“CONEJOS” на російській мові

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«Quizá no sean estos unos „destripaterrones“ de los que echan a correr como conejos en cuanto presienten el peligro — se dijo—.

Richard se sonrojó al recordarlo, al pensar en que él, un simple guía de bosque, había enseñado a cazar conejos a ella, a la Madre Confesora, a alguien que era más que una reina.

El problema de ser perseguido por Pedro «el Triste» no se centraba en su perfecto conocimiento del laberinto de piedras de la región de los volcanes o su innegable habilidad para obligar a salir a los conejos de sus cuevas y caer en sus redes, sino en su pareja de perros, a los que había acostumbrado con infinita paciencia a calzar una especie de altos guantes protectores que él mismo fabricaba y con tos que podían internarse en los mares de lava calcinada sin rajarse las patas en los primeros metros.

No se tenía noticias de que nadie hasta aquellos momentos hubiese explorado por completo el mar de lava de Timanfaya, entre otras razones por el hecho evidente de que nada había que buscar allí más que esa misma lava renegrida, y en los pequeсos claros o «islotes» que la erupción había respetado por capricho, tan sólo sobrevivían escuálidos conejos y algunas perdices y tórtolas que anidaban allí por temporadas.

Nadie se aventura por ese maldito pedregal, aunque hay un cabrero en Tinajo, Pedro «el Triste», que a menudo se adentra en busca de conejos y perdices… ¿Cree que ese malnacido se esconde en Timanfaya?

Para disminuir de verdad la población de lobos lo que hay que hacer es cazar su comida, por ejemplo conejos.

El bosque parecía muerto, sin pájaros, conejos ni siquiera ratones, sólo árboles retorcidos, matorrales espinosos y sombras.

Eso es lo que hago: cazo conejos.

En un golpe de suerte que le sorprendió a él mismo, Richard cazó dos conejos antes de lo que esperaba y pudo agregarlos a la cazuela.

Ahora tan sólo las gaviotas, los conejos y dos burros que alguien abandonó alguna vez en la isla le hacían compaсía, y cuando el auxiliar del faro llegaba algunas maсanas desde Fuerteventura, tenía que esconderse en lo más profundo del mayor de los aljibes pese a que era un buen hombre, cariсoso y campechano, que con frecuencia acudía en otro tiempo a compartir con ellos la paella, el café, la charla y el tabaco.