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Son grandes y fuertes.
Las grandes bestias aterrizaron a cierta distancia, extendidas las plumosas alas, las fuertes patas leoninas traseras tocando tierra y aumentando el agarre al hincar las afiladas garras de águila delanteras en el suelo.
Cada bestia transportaba dos grandes barricas, y el ronzal de una iba sujeto al rabo de la que le precedía, mientras un muchacho jalaba nerviosamente de la primera y tres mujeres se encargaban de azotar las ancas de las que remoloneaban, atentas a esquivar sus esporádicos intentos de morderlas o alcanzarlas con una traidora coz.
De pronto, en las grandes ciudades la multitud coreaba su nombre y lo llamaban «Padre Rahl», lo llamaban el mayor hombre de paz del mundo.
Tendría que bajar hasta las alcobas de los sirvientes y atravesar por debajo las grandes salas y la cocina.
Giller esperó hasta que la reina se hubo marchado para levantar a Rachel, cogiéndola por la cintura con sus grandes manos y luego sostenerla contra su cadera con un brazo.
Son tan grandes como las de un hombre.
— Ni una palabra y pescar sin ruidos… — advertía siempre Abel a los chiquillos—, porque todos en el pueblo se mueren por encontrar este caladero y vuestros hijos y nietos tal vez maten el hambre con los hijos y nietos de estos peces…Ahora, al cruzar sobre aquel amado roquedal que fuera maravillosa aventura furtiva de su infancia, Sebastián y Asdrúbal Perdomo abrigaban inconscientemente la impresión de que habían quedado de improviso atrás las noches de arrojar las liсas en silencio; sin una tos y sin encender siquiera un cigarrillo; noches de dulce complicidad en la que siendo niсos ya se sentían hombres porque los hombres de la familia compartían con ellos el primero de los grandes y primordiales secretos de la vida: el de la supervivencia, bajo cualquier condición adversa, de los Perdomo «Maradentro».
Obedecí y me acerqué al hogar, moviendo los grandes leños con la punta del zapato.
Entonces, el Ejército Pacificador del Pueblo, las huestes de Rahl el Oscuro, marcharon sobre las grandes ciudades.
No hay muchos jóvenes de tu edad lo suficientemente inteligentes para darse cuenta de cómo es el mundo en realidad, capaces de ver más allá de sus propias vidas y percibir peligros y maravillas más grandes que ellos, capaces de ver lo duro que debo trabajar para que la gente viva segura y en paz.