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El semielfo se las había ingeniado incluso para tener callado al kender.
Por eso, Abel Perdomo, para el que aquella altiva goleta había constituido desde que tenía memoria parte de su existencia y lo más valioso que hubiera poseído nunca, experimentaba no sólo tristeza al empuсar el hacha, sino incluso vergьenza, como si cada golpe lo estuviera dando contra sí mismo, su vida y su pasado, y a punto estuvo de que le saltaran las lágrimas cuando el mástil cayó sobre lo que quedaba de cubierta, y le vino a la memoria con cuánto amor su padre había elegido aquel tronco y juntos lo habían cepillado, lijado y embreado para acabar ajustándolo donde ahora se encontraba.
Kahlan se dio cuenta de que lo había sabido incluso antes de preguntárselo, pero quería comprobar si le mentía.
Era bajo, estaba prematuramente encorvado, tenía un defecto en el ojo izquierdo —el párpado se le caía continuamente— y en la gente que no lo conocía mucho producía la impresión, en particular por la tarde, de que era sordo, algo estúpido o incluso distraído.
Antes incluso de acabar de pronunciar estas palabras, supo que había sido un error.
Consumida la última gota de sangre de los Quintero de Mozaga, el caserón, las viсas, Tas higueras, muebles, cortinas, cuberterías de plata, e incluso las tan preciadas joyas de familia, podían irse al infierno, porque no esperaba que ninguno de aquellos que con tanta urgencia le habían precedido en su camino al cementerio, viniera a pedirle cuentas de sus actos.
Incitaron a Laurana a unirse a los danzantes, e incluso persuadieron a Flint, que no dejó de tropezar con sus propios pies y trastabillar para regocijo de todos.
— Peor debe de ser pasarse la vida cargando ladrillos y matarse un día cayendo desde lo alto de un andamio… O bajar a una mina a sacar carbón y que acabe sepultándote… Elegimos la Legión y sabíamos que el precio era morir en cualquier guerra sin sentido o en una riсa de prostíbulo a cambio de no cargar ladrillos ni picar piedra… — Pidió dos coсacs al camarero, y mientras se los servían, aсadió—: Y a mí aquella vida me gustaba… Me gustaba incluso cuando nos moríamos de frío en Rusia o nos freían a caсonazos en el Ebro… — Paladeó el coсac con innegable delectación—.
Se agrupaban con la cabeza baja, mostrando en la cara y los puños las huellas de la reciente pelea, e incluso alguno iba sostenido por sus compañeros.
Durante tres semanas se pateó todos los caminos y veredas del bosque del Corzo, incluso trochas que pocos conocían.
Las nubes habían desaparecido, incluso la de forma de serpiente.
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