“LEVANTE” на російській мові

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— Alzó la vista hacia levante y pareció estudiar el horizonte calculando el tiempo que faltaba para que amaneciese—.

Había dado un corto paseo y fumaba un segundo Players apoyado en un quiosco de bebidas frente a la avenida de España, a resguardo del levante y con el rumor del mar a la espalda.

También es posible que Rahl espere que otro levante las piezas para atacar.

Del furioso levante sólo quedaba una débil brisa.

•Primero fue una mar gruesa, de altas olas oscuras como de tinta china, inflamadas y amenazantes, y más tarde un temporal de levante que jugaba con el «Isla de Lobos» como si se tratara de una hoja de periódico confiada al viento en la esquina de dos calles, y la destartalada goleta no acertaba a hacer otra cosa que ir y venir de un lado a otro, subir, bajar y cabecear, asustada tal vez de su fragilidad al comprobar que ni siquiera a su propio timón obedecía y aquellas olas indómitas hacían saltar su casco machacando sus ya cansados huesos, abriendo sus junturas y permitiendo que el agua que golpeaba con fuerza sus costados se introdujera incontenible en sus bodegas.

sin pestañear siquiera hasta que le ordenamos que se levante.

Estaba junto a las otras, varada en la arena, lejos del alcance de las olas y bien erguida en sus calzos aguardando a que la empujaran a la mar para ir en busca del sustento diario, cuando sin motivo ni explicación lógica alguna, pasó a convertirse en una antorcha, lanzando al aire chispas y pavesas que la suave brisa de levante arrojó sobre otras barcas vecinas.

Se lo quitó, llevándolo en la mano, y en vez de subir por Dar Baroud a la izquierda, como había sido su intención, tomó a la derecha, por la avenida cuyas palmeras agitaba furioso el levante.

Damián Centeno enfocó hacia allá el catalejo, y pronto reparó en que en tierra firme, sobre el acantilado, al pie del Castillo o en el Castillo mismo se distinguía a otro grupo de personas que parecían estar oteando el horizonte hacia levante.

Abajo, el levante agitaba las chilabas de los moros y las faldas de las mujeres.

A qué especie pertenecía o cuáles eran sus auténticas intenciones nunca llegarían a saberlo, pero tampoco les importaba gran cosa en ese instante, porque en aquel momento su única preocupación era correr de un lado a otro cazando drizas, tensando velas, alzando el trapo que habían mantenido aferrado durante tanto tiempo, y haciendo girar nerviosamente la rueda del timón para que aquel bendito viento de levante tomara el barco de popa y lo impulsara hacia las lejanas costas americanas.