“MUELLE” на російській мові

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No andaba en absoluto desencaminada Rogelia en sus sospechas, porque en cierto modo el viejo ya había tomado sus medidas al respecto, y desde el momento mismo que recibió a Damián Centeno, apenas media hora después de que hubiera puesto el pie en el muelle de Arrecife, colocó abiertamente sus cartas sobre la mesa:— Si acabas con el hijo de puta que asesinó a mi chico, te nombro mi heredero, y puedes creer que conseguirás mucho si sabes apretarle el pescuezo a Rogelia obligándole a escupir cuanto me ha robado en estos aсos… En verdad que pájaro parece, pero más que «Guirre» debieran llamarla «Urraca» por su insaciable ansia de rapiсa.

Sólo se oía el graznido de las gaviotas que planeaban sobre el muelle.

La mole oscura del Mount Castle se distinguía en el muelle a poca distancia, recortada en la claridad creciente, destacándose en el contraluz plomizo sus dos palos, la chimenea y los altos respiraderos.

Entonces, mientras la sombra fantasmal del destructor desaparecía en la oscuridad y la niebla, los marinos republicanos abandonaron la proa del Mount Castle y sus compañeros del muelle regresaron lentamente al barco.

Al día siguiente y sin perder nunca de vista tierra, dieron una larga ceсida hasta Santa Cruz, a cuyo puerto habían arribado al oscurecer con las velas al viento, atracando en el muelle de pescadores con una precisa maniobra.

Caminaron despacio por el muelle barnizado de humedad en dirección al Mount Castle, cuya silueta oscura se destacaba en la bruma, punteada por algunas luces encendidas a bordo.

Los gendarmes de guardia se habían acercado a los norays del muelle y observaban desde el otro lado de la alambrada que circundaba el lugar de amarre del Mount Castle.

Antes de salir del bar echó un último vistazo a los barcos amarrados en el muelle y recordó que un rato antes, mientras espiaba a la mujer desde la oficina comercial del puerto, la había visto volverse y dirigir de pronto hacia él una mirada detenida y penetrante.

Nos tiene delante, pegados al muelle.

Saint-Pierre era entonces capital de Martinica: una ciudad hermosa, con grandes avenidas, palacios, hoteles, teatros y un precioso muelle en el que recalaban navíos llegados de todos los rincones del mundo… Era un lugar muy lindo, seсor, donde incluso hasta los negros vivíamos a gusto cuando los blancos nos lo permitían… — Agitó la cabeza incrédulo—.

La pasarela seguía colocada en la banda, uniendo la cubierta con el muelle.