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Sonrió cómplice al camarero, se ajustó el nudo de la corbata y anduvo hacia el vestíbulo junto a los bellos azulejos que cubrían las paredes, recorriendo dos de los laterales del patio central por cuyos ventanales penetraba un sol espléndido.
Visto a la luz del sol que penetraba por la ventana, se daba uno cuenta de que era un hombre gallardo.
El viento soplaba sin pausa por las Praderas de Arena y era a la vez una maldición y una bendición; maldición porque con sus dedos helados abría las capas y penetraba a través de la ropa de más abrigo y bendición porque evitaba que se formaran montones de nieve acumulada en la calzada.
La tormenta había remitido, pero iba oscureciendo; después de Frosinone dejó de llover, el asfalto se secó poco a poco mientras los charcos de la cuneta emanaban un vapor blanco y ondulante en el que penetraba la luz de los faros, y de pronto el sol salió de detrás de las nubes, como si quisiera mostrar el paisaje bajo una nueva luz justo antes de que anocheciera.
Por el ventanal de doble arco morisco, contiguo a la terraza de Moira Nikolaos, penetraba una declinante claridad grisácea.
Ocurrió al final de la fiesta, cuando, de regreso a casa la acecharon al borde del oscuro camino tratando de obtener a la fuerza mucho más de cuanto no habían podido conseguir con halagos, ignorantes como extraсos al pueblo que eran, de que uno de sus hermanos se cercioraba siempre, desde el recodo del sendero, de que nadie molestara a Yaiza hasta que penetraba en el patio de la casa.
Asestó golpes desesperados con la espada a aquella cosa y notó que el acero penetraba en la carne.
El sol radiante penetraba a través del hielo e iluminaba los túneles con una espectral luz de color verdoso.
Desde un minarete cercano, el canto del muecín penetraba en el dédalo de la Casbah.
Entre las cortinas del dormitorio penetraba la claridad de un anuncio luminoso de oporto Sandeman situado en el edificio de enfrente.
Únicamente él experimentaba la sensación de que la callada fuerza de los volcanes le penetraba a través de las plantas de los pies, que descalzaba a propósito colocándolos sobre la «piedra pómez», y al dormir sobre aquellas rocas, sin más techo que las estrellas, su mente descendía hasta lo más profundo de la Tierra o se elevaba hasta los más remotos planetas.