“NAVEGAR” на польській мові

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El viento era el justo; de fuerza cuatro a cinco, sin rachas que alarmaran al maltrecho navío, pero con la constancia y la firmeza que necesitaba para ir cogiendo velocidad, y en el momento en que el sol hizo al fin su aparición a sus espaldas, el viejo „Isla de Lobos“, aquella barraca de feria ambulante que no era ya más que una ridícula sombra de la orgullosa goleta que construyera tantos aсos atrás Ezequiel „Maradentro“, se lanzó a navegar de nuevo abriendo orgullosamente las aguas con el mismo espíritu e idéntico valor con que hendió el amado Canal de la Bocaina el día en que acudió a recoger a una niсa recién nacida en un faro para que un cura le pusiera de nombre Margarita.

—De chico me gustaba navegar.

Quirós sólo llevará a bordo la dotación necesaria para navegar y combatir.

También había detallado los planes originales de ruta, que preveían ganar las aguas territoriales argelinas y navegar pegados a la costa norteafricana hacia levante, cruzar el Bósforo y amarrar en Odesa.

—Como le iba diciendo, navegar en torno a esta costa es muy divertido.

Hay que colocar las botavaras e izar las; velas… Quiero navegar en cuanto el sol se oculte en el horizonte.

Lo lógico hubiera sido, obligados como iban a navegar a oscuras, reducir al mínimo el velamen, pero tenían urgencia por abandonar cuanto antes aquellas aguas y prefirieron mantener todo el trapo que soportaran los palos, por lo que los tres hombres se vieron en la necesidad de permanecer sobre cubierta sin más oportunidad que la de descabezar de tanto en tanto un corto sueсo, atentos a la voz de quien se mantuviera de guardia en el timón y ordenara la maniobra.

Éste barco ya ha dado de sí todo lo que tenía que dar y parece más de cartón que de madera…— No me agrada la idea de navegar de ese modo… — seсaló su padre—.

— Que si está en condiciones de navegar pueden llevarse la balandra… No hay más que cuatrocientas millas hasta Venezuela… Si me escriben diciéndome dónde la han dejado enviaré a alguien a buscarla o iré yo mismo a por ella — Podría creerse que le costaba un gran esfuerzo lo que iba a decir—.

El lomo de un «dorado» lanzó un destello a popa que fue la confirmación que necesitaban para aceptar que habían dejado de navegar para convertirse nuevamente en náufragos, y por un momento Yaiza, que había aprendido a amarlos, los odió porque ella, más que nadie, sabía lo que significaba el regreso de los peces.

Los Perdomo siempre habían creído que aquellas historias constituían tan sólo imaginaciones de los „antiguos“ que eran demasiado dados a dejar volar su fantasía y tratar de impresionar a la pobre gente de tierra adentro, pero resultaba evidente que tan sólo los „antiguos“ conocían bien la realidad de los Océanos, puesto que en los últimos cien aсos, desde que el hombre comenzó a navegar en barcos de vapor y no tuvo que sufrir las consecuencias de calmas como las que estaban padeciendo, pocos habían tenido la ocasión que a ellos se les estaba presentando, de vivir tan de cerca el mundo e las aguas profundas.