“PESO” на російській мові

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Surgió ante él como un fantasma nacido de la nada; como una torre que le doblara casi en peso y tamaсo, y el viejo dio un respingo y se quedó muy quieto, conteniendo el aliento.

El peso era el correcto.

Se quedó sin aliento y, sin darle oportunidad de recuperarse, el gar se abalanzó sobre él y con su peso le impidió respirar o asir la espada.

Frente a los voluntarios comunistas de las brigadas internacionales, los regulares moros con sus oficiales europeos soportaron buena parte del peso de la lucha.

Y ahora, el peso familiar del arma —quinientos setenta sólidos gramos con el cargador lleno—, la certeza de tenerla a mano, resultaba tranquilizador, pues llevaba demasiado tiempo moviéndose por Tánger.

Él no sabía nada de magia ni de magos, pero nadie haría atravesar a Kahlan el Límite, el mundo de los muertos, sin tener una razón de peso.

En el estado de acongojado estupor en el que se encontraba, hallaba consuelo en notar nuevamente el peso de la mochila a la espalda y en saber que estaba abandonando el Palacio del Pueblo.

No había tocado nada que fuera propiedad del hotel, excepto el cordón del cortinaje, que tenía un nudo, como si hubiese intentado colgarse de él, si bien el cordón no había resistido su peso.

Revivía constantemente los instantes en la posada cuando oyeron el chillido del dragón encima del edificio, seguido de una explosión y el gemido de las gruesas vigas del techo bajo el peso de los pisos altos que se derrumbaban sobre sí mismos, y a continuación los chasquidos que anunciaban que el techo estaba a punto de ceder.

Me levanté, algo vacilante, pues, aunque los sentidos ya me funcionaban, el sueño seguía abrumándome como un peso inmóvil.

Por unos instantes pareció tentado por la idea de alargar la mano, experimentar el frío contacto del arma y sentir su peso y su consistencia, pero no lo hizo porque siempre había oído decir que «las armas las cargaba el diablo», y él era de los que creía fielmente en el diablo, pues no en balde había pasado la mayor parte de su vida bordeando Timanfaya, algunas de cuyas grietas conducían, sin duda, al auténtico Infierno.