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— ¿Es que no aceptan putas en Lanzarote, o es que ya hay demasiadas?
Es tu vida, y haces con ella lo que quieres… Ahora lo único que importa es reunir a las cuatro mejores putas de la ciudad y corrernos una juerga como la de aquella semana de permiso en Rifien… ¿La recuerdas…?
Me gusta vagar sin que nadie me ordene lo que tengo que hacer, bebiéndome el vino de la bodega y cortándome gruesas lonchas de jamón de la despensa… Cuando quiero hablar con alguien bajo al pueblo o me paso la noche con las putas de Tahiche, pero la mayor parte del tiempo prefiero estar a solas, disfrutando del hecho de que Rogelia no pueda surgir de pronto de una puerta gritando que arregle un muro, cargue un saco, o le haga el amor sin ganas… Estoy bien aquí… —concluyó—.
Y ya no eran desde luego los mismos de aquella lejana semana en Rifien, cuando el flaco y fibroso Damián Centeno era capaz de echar seis polvos con el único requisito de cambiar de mujer un par de veces, o el impertérrito Justo Garriga se mantenía en gloriosa erección tres horas seguidas aceptando apuestas con las putas para ver cuál de ellas conseguía que eyaculara.
— Nadie que deba preocuparnos, ni nadie en quien debamos seguir pensando… Vino y se fue, y cuanto menos nos acordemos de él, más tranquilos estaremos… Ya tenemos bastantes problemas sin necesidad de que vengan a visitarnos hombres ni perros…•Damián Centeno y Justo Garriga decidieron pasar su última noche en „Casa de la Húngara“, en la calle Miraflores de Tenerife, en una especie de homenaje a las muchas noches de putas que habían compartido a lo largo de sus aсos en la Legión.
Aquí espían hasta los limpiabotas y las putas.
No hay pérdida: tiene un farol rojo y dos putas en la puerta.
No hace falta que me lo digas… En la Legión conocí a muchas furcias de ese estilo, aunque la verdad es que eran tipas de otra clase…Muсeca Chang negó con un cómico mohín de labios mientras aflojaba la presión de su mano como si diera por terminado aquel juego y se sintiese satisfecha de cómo él había reaccionado:— Las que tenemos tan arraigado este espíritu de putas somos todas de la misma clase, cualquiera que sea nuestro origen, nuestra educación o las oportunidades que nos haya ofrecido la vida — dijo—.
Aunque la verdad es que nunca conseguí que un camión aplastara a ninguno…— Una vez me salvaste la vida…— Es que usted no era ciego, y pensé que algún día podía devolverme el favor…Avanzaban sin prisas por la calle Cruz Verde, deteniéndose de tanto en tanto a contemplar los escaparates de las tiendas o ver pasar muchachas, como dos viejos amigos que no tuvieran otra preocupación en esta vida que irse de putas en una tranquila tarde de verano.
En torno a la pista, clientes y putas hacían corro para mirar, dejando espacio.
Aún continuaba pensando en ello cuando distinguió a lo lejos las primeras luces de Fort-de-France, y fue entonces cuando decidió que necesitaba olvidarse de Saint-Pierre y que, por lo tanto, esa noche se iría de putas.
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