“REDONDO” на російській мові

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Oírle decir aquello le hizo sonreír y, apretando sus manos en aquel duro y redondo trasero, musitó:—Sólo me interesa darte placer, Lizzy la Loca.

Laurana había pedido a los grifos que los llevaran al límite del glaciar y eso fue lo que hicieron los animales, que, no obstante, se negaron en redondo a acercarse al castillo del Muro de Hielo.

Había unas pocas cuentas rojas y amarillas a ambos lados de un hueso pequeño y redondo.

¡Se negarán en redondo a semejante arreglo!

Era un hueso pequeño y redondo.

Era como un dolor que se iba intensificando a medida que la isla empequeсecía por popa, y cada uno de ellos parecía tener que librar una feroz lucha consigo mismo para vencer la tentación de hacer virar en redondo la goleta y regresar a encarar el destino por duro que fuese, pues ningún destino se les antojaba tan duro como el de tener que enfrentar el desarraigo del paisaje que amaban.

Luego se dejó llevar por la marea, y tan sólo cuando se encontraba a dos millas de la costa, comenzó a virar en redondo aproando hacia la punta norte de la isla, de tal modo que, sobre las tres de la maсana, el «Isla de Lobos» se adentró en las quietas aguas del Río, un estrecho brazo de mar que separaba los altos acantilados de Famara de la arenosa isla de La Graciosa, en cuyo único pueblo no brillaba ni una sola luz a aquellas horas, aunque Abel Perdomo tampoco necesitaba luz alguna, pues era muy capaz de navegar sin más referencia que el destello lejano del faro de Alegranza y la mancha oscura que formaban recortándose contra el cielo los fariones que dominaban el canal por su salida hacia levante.

En el rostro redondo y corpulento de John apareció una sonrisa desafiante.

Incrédula, miró el precioso bouquet redondo de rosas y, sin pensarlo, lo cogió y lo tiró al suelo con fuerza.

Reaparecieron al poco, nadando juntos y sin prisas, y Asdrúbal lo primero que hizo fue abrazar a su hermana, a la que no había visto desde la noche en que ocurriera la desgracia, aunque Abel Perdomo no les dejó mucho tiempo para las efusiones, pues ordenó izar de inmediato todo el trapo que fuera capaz de sostener sin resentirse el viejo barco, y en cuanto el ancla se acomodó en su sitio, viró en redondo y puso proa al Este, consciente de que tenía el tiempo justo para pasar entre las dos islas mayores y adentrarse en el Océano antes de que comenzara a clarear el día.